Ayer estaba caminando por la vereda con mi amigo. Hacía años que no nos veíamos y cuando lo encontré, aceptó acompañarme hasta el almacen que es hacia donde me dirigía yo. En el camino pasamos en frente de una casa de electrodomésticos cuya entrada se veía adornada de coloridas motos 0 km. Y en menos de un segundo, en menos de un instante, nos miramos a los ojos. Los dos sabíamos que por la cabeza nos estaba pasando la misma idea. Los dos sabíamos bien que cualquiera de nosotros tenía la ventaja. Sin embargo la duda me apresó. Demoré una millonésima de segundo pero cuando me decidí a abrir la boca, mi amigo pronunció la misma frase que yo venía maquinando: -¡La roja es la mía!
Me tuve que conformar con una verde no tan linda. Como en los viejos tiempos... me volvió a ganar de mano.